Algo que resulta verdaderamente importante en las
sesiones de creatividad con fines de innovación es, ser capaces de escoger entre
todas las ideas aportadas en la fase de “Generación de Ideas” la mejor, o las mejores,
y luego desarrollarla e implantarla. Es ahí cuando se comienza a innovar. Para poder
realizar todo esto adecuadamente, es fundamental como ya he señalado, que el clima y cultura de la organización sean especiales y estén orientadas a brindar
el máximo apoyo a todo el proceso de invención y desarrollo de las ideas. Crear
e innovar son dos caras de una misma moneda. No es posible innovar sin ser
creativos, aunque se puede ser creativos y no ser innovadores.
La capacidad
creativa- de generar ideas originales, novedosas- al igual que la de ser
innovador –escoger la mejor idea, desarrollarla y aplicarla con éxito en el
ámbito adecuado- son competencias potencialmente desarrollables por toda persona
que no tenga déficits de tipo cognitivo. La clave del proceso radica en cómo transformar
una lista de “buenas ideas” en una decisión y posterior acción que conduzca a
que pueda elaborarse y aplicarse con
éxito en el mundo real. Para lograr lo anterior
no basta con ser creativos, lo fundamental es que exista un proceso que fluya y tome en cuenta a: las personas, departamentos,
e idealmente, a toda la organización; donde innovar sea parte esencial de su filosofía de negocio.
Las empresas que se caracterizan por
ser innovadoras, poseen el ADN de la
innovación. ¿Qué
queremos decir con esto? Que desde sus componentes más básicos, hasta los
fundamentales, están plenamente conscientes y convencidos de que en innovar está su supervivencia y éxito futuro y a ello
dedican gran cantidad de energía, esfuerzo y recursos de diversa índole.
Lo anterior
es algo que, por lo general, se percibe con relativa claridad en los departamentos e
institutos de investigación en universidades, y en las empresas innovadoras.
ORGANIZACIONES
INNOVADORAS
Son aquellas
en las que desde lo esencial: la determinación de su misión o razón de ser; la definición de su visión de futuro, en sus
valores, propósitos, prácticas, estrategias y objetivos, la innovación es
parte del todo. De ahí que se afirme que la innovación tiene que ser un componente del ADN de la empresa. Parte esencial de la cultura.
Aparte de que
se la incluya como componente esencial de la estrategia de la empresa, es
fundamental que en la misma, predomine
una cultura empresarial donde se respire y se practique la libertad para crear
e innovar. Tiene que ser una cultura
organizativa orientada, principalmente, hacia la innovación, por tanto, muy focalizada
también, en las personas y en los resultados. De esta forma se garantiza qué
lo que se imagina y crea de manera original, novedosa, contenga una serie de
componentes que permitirán transformar esa creación, en innovación. Que sea
algo aplicable, útil, de progreso, pero que además, facilite el logro de los
resultados de la empresa, su desarrollo y crecimiento. De no cumplir estos
requisitos, la creación no tendría mucho sentido. De ahí la importancia de elegir
muy bien las ideas.
Con la innovación se busca la mejora radical de
“circunstancias, situaciones, hechos… de toda índole” que resulten clave para
la supervivencia y éxito de la empresa.
(Recomiendo leer los posts del: 5/10,
16/10, 28/10, 9/11, 23/11, 13/12, 26/12, todos del año 2011, donde se explican
los diferentes tipos de Ideología y Cultura en las empresas).
Muchos
dirigentes perciben a las empresas como una
maquinaria con engranajes que funcionan de forma eficiente y más o menos
predeterminada. Estas creencias muy extendidas aún en nuestro país, hacen
que el pensamiento creativo no sea, con frecuencia, suficientemente valorado;
al contrario, es muchas veces, desdeñado. Este enfoque de
“funcionamiento mecánico” no se ajusta para nada a las necesidades y
requerimientos de la empresa actual y menos de la futura. Hay sin embargo que reconocer que sirvió para traer:
crecimiento, desarrollo, eficacia y productividad a las empresas, desde el
principio, hasta finales del siglo XX. Pero hoy día ya no resulta por lo general, de utilidad. Los planteamientos
de Gary Hamel- Video.docx y otros especialistas y estudiosos, son determinantes al respecto.
El que
muchas organizaciones no cuenten con culturas orientadas hacia la innovación,
ha llevado a que intentos esporádicos por desarrollar organizaciones flexibles,
abiertas creativas, hayan fracasado; por
no disponerse de la necesaria
infraestructura de apoyo, “no tener el terreno adecuadamente abonado”. La
falta de competencias de muchos directivos para permitir que las ideas de otros tengan peso a
la hora de tomar decisiones y mejorar procesos tradicionales, ha sido el freno
más grande al cambio, la mejora y la innovación en las empresas.
Esa falta de
cultura de innovación ha llevado a muchos a pensar y a afirmar: “Es demasiado
caro. Nuestros directores nunca lo aceptarían, siempre lo hemos hecho así y ha
funcionado bien ¿para qué cambiar? no funcionará". "Es una idea muy atrevida. Ese nuevo planteamiento carece
de sentido, quizás sea una buena idea para otras empresas, pero no para
nosotros. Hagámoslo como sabemos, no inventemos…”. Tal como se puede ver, pura reducción de disonancia. De esa
forma, se perpetúa lo tradicional, usual y se coarta todo intento de cambio y
superación. Además la cultura innovadora requiere de un grado elevado de confianza,
respeto mutuo y libertad de las personas, algo que existe, en muy contadas
organizaciones.
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