Me disculpo con algunos lectores
habituales, ya que a pesar de haber notificado que por ser periodo de
vacaciones iba a alargar la frecuencia de publicación de los post, la realización de tres viajes
de apenas cinco días cada uno, alargaron el periodo habitual. Espero
normalizarlo en los primeros días de Septiembre. Mientras tanto gracias por
vuestra comprensión.
A la fecha, llevamos ya en el país
varios meses inmersos en el complejo mundo de la política, las elecciones de los
futuros gobernantes, y la complejidad de reunir suficientes apoyos para poder
gobernar.
Entre otros componentes del proceso de “venta e intento de convencimiento” de
los diferentes partidos, hemos podido percatarnos de la frecuente utilización,
por parte de algunos, del miedo como
"arma arrojadiza" para conseguir votos e intentar que muchos ciudadanos, dado el
efecto provocado por esos miedos, prefieran “lo
malo conocido, que lo bueno por conocer”.
Estamos convencidos que en las segundas
elecciones vividas hace ya unos días, su utilización ha producido buenos
resultados al partido que nos ha venido gobernando, quien lo utilizó
ampliamente como estrategia con fines electorales. La población a la que iban
dirigidos, aparentemente “se asustó”, y han obtenido un estupendo resultado aunque,
por suerte, no para obtener de nuevo la mayoría absoluta. Ahora hay que negociar.
Esa descarada utilización del miedo, ha
rendido sus frutos, aunque no en grado suficiente. Ante la posibilidad de no
tener garantizado el triunfo y la gobernabilidad, y ante la opción de tener que ir a unas nuevas
elecciones, el mismo partido de gobierno en funciones, y muchos de sus acólitos
medios de comunicación, están de nuevo apelando a declaraciones y opiniones
basadas en la utilización del miedo como manera de intentar afrontar las dificultades
presentes.
Lo hacen, porque dada su frecuente
utilización del poder puro, imposición de leyes en el Congreso, descarada y
amplia corrupción, impunidad reinante,
la exagerada ostentación de poder y el rechazo de los aportes de los demás
partidos políticos, hoy no cuentan con los votos necesarios para la investidura
ni, para poder formar gobierno. En eso están. Veremos cómo termina todo.
Es lo que “se recoge como cosecha” de esa actuación basada en el uso exagerado
del poder de las mayorías, de la soberbia y de la actuación aplastante, arrolladora.
A pesar de todo, la falta de ética y madurez psicológica, el miedo, y otros
factores, ha permitido que ocho millones de ciudadanos les hayan votado para
que sigan gobernando España. Es increíble, pero cierto.
Esta utilización abierta del miedo como
factor para influir y manipular a otros, me recordó que hace algunos años
escribí un artículo al respecto, aplicado al mundo de las organizaciones y
empresas. En él, me refería a algunos de los tipos de miedo frecuentes en ese
mundo.
Esta usual utilización del miedo en la
política y en la realidad que estamos viviendo como país, me hace tomar en
cuenta dicho artículo. Aprovecho ideas del mismo, para expresar algunas
inquietudes relativas a la situación actual de muchas de nuestras empresas, organizaciones
diversas, y del mundo de la política.
Es claro que existen ciertos aspectos,
dentro de lo que conforma el trabajo de líderes y dirigentes en general, que
suelen verse afectados por la presencia
de “ciertos temores-miedos”. Muchos
líderes, directivos, dirigentes y sus colaboradores experimentan por muy
diversas razones y factores éstos, cuando llevan a cabo su compleja función.
Veamos algunas formas comunes de “temores,
inseguridades, dudas”, que con frecuencia se traducen en “miedos”, con el
consiguiente impacto negativo que producen en la salud, efectividad,
productividad, calidad, trabajo, y en el rendimiento general de las organizaciones,
y desde luego, de las personas. Son especialmente observables, cuando se producen y
desarrollan procesos de tensión-temor, que duran periodos de tiempo, más o
menos extensos.
Miedo a la “Ambigüedad”
Es común observar como muchos
directivos, gerentes y dirigentes, en los diferentes niveles y ámbitos de las
organizaciones, prestan atención casi exclusivamente al presente o al corto
plazo, debido a que el futuro, el mediano y largo plazos, por ser inciertos, les resultan en alguna medida
atemorizantes.
Generalmente, los seres humanos
preferimos las acciones que pueden mostrar un resultado tangible en el corto
plazo, antes que aquellas intangibles o de largo plazo. Esta preferencia lleva
a dirigentes y directivos, a concentrarse en los detalles, en lo rutinario, en
los procedimientos, a pesar de luego manifestar quejas abiertamente por ello.
La verdad es que en el fondo, la mayoría desean que se les pida realizar un
trabajo preciso, claro y más o menos detallado y reglamentado, que no deje
mucha opción a su libre albedrio y en consecuencia, a su responsabilidad.
Los objetivos y metas de los ejecutivos,
en casi cualquier tipo de organización son, por lo general, tan complejas,
difíciles y suelen provocar tanta ansiedad (stress), que muchos, de manera no
del todo consciente, con frecuencia facilitan el que los días, su tiempo, se
les cope con trabajos y actividades llenas de detalles, mucha normativa y
trivialidades, posponiendo todo lo que pueden, para hacer frente a los verdaderos
retos.
Esta situación “los protege”
de disponer de tiempo libre, ocioso y de "darse cuenta" de lo
que no están logrando. Llegan así al
convencimiento de encontrarse centrados
en todo lo que están haciendo y lo ocupados que están siempre, aún a
pesar de no estar alcanzando de manera eficaz los resultados necesarios;
justamente por falta de tiempo.
Hacen mucho, trabajan mucho, ocupan muchas horas, pero logran muy poco.
Muchas personas, como mecanismo de seguridad
y protección se concentran en lo que saben hacer
bien, evitando de esta manera correr riesgos. Esta es una de las razones de la famosa "resistencia
a los cambios", tan dañina hoy en día para alcanzar la necesaria eficiencia
y productividad organizativa, que siempre suele ir acompañada de cambio, a
veces radical.
Con el fin de “evitar este miedo”, la
conducta de dirigentes, directivos, gerentes y colaboradores se enfoca principalmente, en prestar excesiva atención
al presente, desde luego, a costa del futuro. Y a lo viejo y ya conocido, en detrimento de lo nuevo; coartando así la
necesidad de innovar aun cuando sea
necesario y esté a la vista. Tal y como parece ser en la actualidad en relación con el cambio
requerido hoy, para la mejor gobernabilidad de nuestro país.
El basamento psicológico de estos
comportamientos, más generalizados de lo conveniente, está íntimamente ligado al
nivel de desarrollo de la madurez psicológica que las personas han
logrado alcanzar a lo largo de su vida en su proceso de formación y desarrollo.
Sin duda también lo está, acorde con la capacidad y competencias para
realizar cabalmente las tareas que se requiere llevar a cabo, con la
finalidad de alcanzar calidad y éxito en el trabajo.
Miedo a “Perder el Control”
Es otro de los miedos más comunes.
Cuando en el ámbito de un país, se ha tenido casi todo el control, tal como lo
ha poseído y ostentado el partido de gobierno, hoy en funciones, es obvio que
se hace muy duro, tal como le ha pasado, que no solo no logró la mayoría para
gobernar teniendo todo el control, sino que no consigue el apoyo de ningún otro
partido, para poder conformar con otros, gobierno.
En empresas y diferentes tipos de
organizaciones, durante el proceso de dirigir o supervisar a otros, dirigentes,
gerentes y ejecutivos en general, no siempre saben lo que sus colaboradores
están realmente haciendo y muchas veces, solo conocen lo que estos tengan a
bien revelar. Excepto, que el estilo de supervisión, control o dirección, sea
extremadamente controlador y autoritario, lo que tiene como secuela que el
tiempo del ejecutivo queda muy mermado y se le dificulta el cumplimiento de su
verdadero rol de comunicador, planificador, guía, contacto con el exterior, con
los usuarios, ciudadanos y otros.
Por el contrario, si el estilo de
dirección está fundamentado en un comportamiento de confianza y delegación, en
el que por ciertos períodos de tiempo, y una vez acordadas las metas
esperadas, el colaborador goza de libertad de acción para explorar y
decidir cómo actuar; es factible que el dirigente, ante esta situación,
confronte ansiedad y cierta inseguridad. Al menos, hasta que el colaborador le
demuestre con resultados que se puede confiar en él.
Lo anterior obliga al directivo a vivir con
cierta incertidumbre al ser el colaborador, quien deberá formular y negociar
sus propias propuestas de acción. Esto
puede generarle tensión y estrés; máxime si su superior (su Jefe inmediato),
posee un estilo muy autoritario, controlador y desea estar informado al detalle
de lo que está pasando. De esta manera fuerza al otro a una dirección y control
más estrechos.
Esta situación de presión, más la
incertidumbre que la delegación conlleva, puede provocar un fuerte “miedo a
perder el control” empujándolo a utilizar su autoridad formal y asumir
mayor control de lo realmente necesario. Lo que impactará en forma significativa su tiempo. En especial y
tal como es usual, genera un elevado coste de tiempo y dinero, que con
frecuencia pasa como coste oculto no contabilizado, pero que si se
contabilizara, descubriríamos el elevado impacto negativo que ejerce sobre la
productividad, los costes y la calidad final de los procesos de la
organización.
La solución está en crear y desarrollar
los mecanismos internos y la cultura que
permitan realizar un eficaz proceso de delegación. Con ello se conseguirá que
los riesgos necesarios se vean minimizados. Es clave para esto, creer,
capacitar y formar adecuadamente a los
diferentes niveles de mando para que puedan vencer estos miedos y desarrollar la cultura necesaria.
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