Con
este sexto post relacionado con emprendimiento,
pongo punto final a un apasionante
tema que siento como excepcional, por estar relacionado
con la
libertad de las personas para realizar su trabajo. Se trata, además, de
un contenido acerca del cual he tenido la vivencia de haberlo experimentado
durante bastantes años. De ahí que me resulte verdaderamente fascinante y
atractivo.
Tengo,
sin embargo, el sentimiento y la percepción de que, posiblemente, esa
fascinación no la he logrado transmitir en las entregas previas. Intentaré
hacerlo en esta, siempre dentro del tema: “componentes sicológicos de la actividad de
emprender”, y describir así algunos aspectos que aun me falta señalar.
A ver si lo consigo.
Ya
comenté, de forma relativamente superficial, que se trata de un tema que me
apasiona. La principal razón para ello es que, cuando comencé mi trabajo y
profesión en proyectos de consultoría, de cambio y de mejora de organizaciones
(a lo que he dedicado mi vida), fui
emprendedor.
Hablo
del año 1969 en adelante. Hasta esa fecha, tuve la oportunidad y la suerte de
trabajar como empleado durante diez años en una empresa que, para ese momento,
era de las mejores y más avanzadas del mundo en su área de acción; aun continúa
siéndolo. En ella aprendí y logré mucho. Me refiero a la IBM.
YO EMPRENDEDOR
Si
se me preguntara ¿qué es lo que más valoro de la experiencia de emprender? Me encuentro enfrentado a varias posibles
respuestas, todas positivas, desde mi perspectiva, para mi persona. Por esa razón las considero
muy valiosas, al relacionarlas con lo que fue mi desarrollo profesional y
personal como consultor en Desarrollo
Organizacional (D.O.). Y, muy especialmente,
al relacionarlo con la visión y el amplio espectro de acción que la corriente filosófica
y herramientas del D.O. ponían a mí disposición.
Cuando
inicialmente asistí, en 1969, a la primera actividad de entrenamiento, sentí
que “un
mundo nuevo y valioso se abría ante mí”. Qué decir de la magnífica formación y
capacitación recibida del “National Training Laboratories for
Behavioral Science. (NTL Institute), donde me formé como “Organizational
Development Specialist”, y donde tuve oportunidad de ser alumno de
varios de los creadores y fundadores de todo ese movimiento de cambio y
desarrollo. Visto en el tiempo, de
impacto mundial.
Después
de recibir la formación, sí es verdad que un mundo nuevo y retador se abría
ante mí. Un mundo que me ha permitido trabajar con varias de las organizaciones
más visionarias, relevantes y de vanguardia en ese momento en el mundo. Varias
de ellas, lógicamente, aun lo continúan siendo.
Lo
descrito requirió haber tenido que
aplicar y utilizar los recursos y capacidades ya señalados y descritos para
emprendedores en las anteriores entregas. Los recapitulo, ahora aplicados a mis experiencias y vivencias como
emprendedor.
I)
Intentaré sintonizar los sentimientos, emociones, vivencias y
otros que me llevan, al recordarlo, a sentir, en general, felicidad con el trabajo y experiencias
realizadas. Vivencias poderosas tales como: libertad de acción, innovación,
independencia, riesgo, cambio de
paradigmas establecidos, ser pionero, compromiso, búsqueda de calidad, gran aprendizaje y algunas otras que surgen al
recordar periodos correspondientes a los primeros meses y años de trabajo; una
vez que había decido ser emprendedor y formar, con un colega y socio, mi propia
empresa: el IDO - Instituto para el Desarrollo
Organizacional. Así se llamó durante sus más de 26 años de feliz
existencia, nuestra empresa de Consultoría en Desarrollo Organizacional.
II) Teníamos una visión de largo plazo, clara en
algunos de sus componentes, y totalmente incierta, como es lógico suponer, en
otros. Entrábamos en un mundo, para ese momento, completamente nuevo,
desconocido.
III)
Sin duda, contábamos con una madurez psicológica suficiente
para enfrentar la situación y gestionar, de manera más o menos adecuada, el
reto al que nos íbamos a enfrentar. A juzgar por los éxitos obtenidos en el
largo plazo, todo fue bastante lento, pero coherente. El cambio en las
organizaciones era, y aun en muchas lo es, un proceso lento que concita muchas
resistencias.
IV)
Estábamos muy motivados con la idea de ser
nuestros propios jefes, sentirnos libres y por la oportunidad,
que veíamos claramente, de poder
ser novedosos, innovadores y estar en capacidad de hacer algo original,
diferente. Tanto quien fue mi excelente socio, como yo, por años,
habíamos vivido bajo el poder, bastante democrático, de otros jefes. Pero… siempre
eran otros los que decidían y mandaban.
V) Nos entusiasmaba, dada la actividad que íbamos a realizar, el
hecho de ser pioneros en su aplicación en nuestro país, y poder así producir
cambios y mejoras relevantes en empresas y organizaciones, especialmente
focalizadas en crear organizaciones eficaces, motivantes y respetuosas del
talento de su personal. La mayoría de ellas, para esas fechas, muy tradicionales
y burocráticas.
Sin embargo, se
apreciaba ya que algunas multinacionales estaban
empezando a estar convencidas de que tenían que cambiar hacia desarrollar
culturas corporativas más participativas y coherentes con los valores y talento,
que un elevado porcentaje de su
personal, altamente capacitado, mostraba, en especial, desde el punto de vista técnico y tecnológico.
VI)
Estábamos convencidos, cada vez más, conforme nos fuimos
formando, aprendiendo y especializando en Desarrollo Organizacional, que se nos
abría un inmenso campo por conquistar y liderar en nuestro país.
Lo más duro, sin
duda, fue soportar económicamente el primer año, pues aunque inicialmente
realizamos proyectos en los que contábamos con consultores extranjeros de
prestigio, los márgenes de ganancia fueron mínimos. Siempre hicimos primar la
calidad, aun perdiendo dinero muchas veces. Pero esta forma de trabajar
nos
generó mucho prestigio y aprecio de los clientes.
VII)
Emprender te obliga a ser creativo, innovador, a trabajar con calidad, retar
paradigmas existentes y, en algunos casos, a cambiarlos, y saber que el éxito llegará
en el mediano y largo plazo. Y eso fue lo que pasó con el IDO.
PIONERO O COLONO
Estos
términos los he tomado de Joel Barker, citado en el anterior post. Barker
señala que existen principalmente dos clases de emprendedores: los que
denomina “Pioneros: son los que descubren y abren caminos”.
Para ello utiliza el símil de los pioneros del oeste de los Estados Unidos. Donde
no había sino tierras, a veces inhóspitas, terminaron poniendo la semilla de
ciudades, pueblos y generaron progreso. Son los que más riesgos asumen. Se
trata de emprendedores que se enfrentan a lo nuevo, a lo desconocido.
Diferentes son aquellos a los
que denomina “Colonos: son emprendedores que construyen sobre los hechos, realizaciones
y caminos de los pioneros”. En colonizar existe también mucho
riesgo, porque aun no se tiene claro cómo va a evolucionar y manifestarse el intento de colonización. En
este segundo caso, los riesgos suelen ser grandes, pero mucho menores. Se actúa
sobre el territorio y entorno creado por
los pioneros. Claro, siempre hay riesgos en la actividad de emprender. Es
necesario tener un grado importante de madurez, valentía, pasión y coraje.
Relacionando lo que estoy
planteando con lo que fue nuestra experiencia, para el año 1972 surgió otra
empresa de consultoría y formación, cuyo nombre incorporó el término Desarrollo
Organizacional, dedicándose a esa actividad. Posteriormente se fundaron un par más.
Estos fueron todos colonos.
Finalizo así este apasionante
tema del emprendimiento, y animo a jóvenes bien preparados, maduros y valientes
a probar y hacer su vida como emprendedores.
De una vez les deseo ¡mucho
éxito!
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