miércoles, 10 de marzo de 2010

LA CULTURA DE LA ORGANIZACIÓN: SU IMPACTO EN LAS PERSONAS

Cada vez que una persona se incorpora a una organización de cualquier índole: privada, pública, social, educativa, otras, se incorpora a una “cultura organizativa” que es propia y exclusiva de esa organización. Cultura, a la que sin remedio tendrá que adaptarse. Si no le gustara, no le quedará otra solución que irse. Esto, con lo difícil que es en nuestro país conseguir un trabajo, hace que las personas lo acepten y... a ver que le depara el futuro. No hay más elección.

La cultura determina la personalidad de la organización. Este hecho, tiene una importancia esencial, quizás vital para esa persona. Puede estarse incorporando a un tipo de empresa u organización con una cultura que lo va a estimular, a permitirle utilizar las competencias y talento por los que lo contrataron y ayudarle a potenciarlo más aún; o puede suceder todo lo contrario, incorporarse a una organización conflictiva, muy centrada en el poder y la autoridad de unos cuantos, donde si corre con suerte, no será maltratado ni descalificado moralmente en el futuro.

Con cierta periodicidad en artículos de la Prensa de Negocios, donde suele haber escritos relativos al llamado por algunos “Capital Humano”, he observado que generalmente se habla de “malos” jefes o directivos: déspotas, maltratadores, autoritarios, descalificadores. Lógicamente, también hay ejemplos de comportamientos contrarios. Jefes que toman en cuenta al personal, lo estimulan, motivan, trabajan en equipo, le permiten desarrollar su potencial y creatividad, etc. Lo que pretendo señalar es, que esos comportamientos, tanto los negativos como los positivos, son esencialmente, producto y resultado directo del tipo de cultura e ideología de la organización. De la forma de pensar, sentir y actuar de la misma. Son componentes de la Cultura Corporativa o simplemente, la forma de ser y actuar de la empresa.

Esos directivos o jefes detractores y opresores, existen porque la cultura de la empresa lo permite y, generalmente, lo estimula. Es aquí especialmente, adonde quería llegar, porque no se a qué se debe el que esos artículos, usualmente sólo hablen de los dirigentes y de lo dañinos y nefastos que son y de cómo maltratan a las personas hasta llevarlas a veces, a situaciones depresivas o casi insoportables. Afirmo que si eso es lo que ocurre, es porque la dirección de la empresa lo permite y generalmente lo estimula. Pero fundamentalmente, porque es parte de su cultura.

En una organización orientada al logro de resultados y a las personas eso no podría ocurrir. El propio sistema, los valores, creencias y la “manera de hacer las cosas” de esas organizaciones no permiten que individuos abusadores, maltratadores y de esa calaña de jefes u otros, puedan sobrevivir. Hago estos comentarios discrepando de los diversos artículos donde la carga de la culpa se pone, según lo que siempre he leído, exclusivamente en los jefes e individuos con mando, sin ser para ello relevante, su nivel dentro de la empresa. El impacto de la cultura es clave y tiene un fuerte peso en todo aquello de signo positivo o negativo que ocurre en la organización. Claro, en buena medida sucede lo mismo en diferentes ámbitos de la sociedad, donde se pueden observar, y peor aún, tener que soportar culturas de ambos tipos. Unas muy perjudiciales y las otras, muy beneficiosas.

Volviendo al principio, la persona que ingresa nueva, tiene que ver muy bien en qué tipo de organización se está incorporando. Es mucho lo que se está jugando relacionado con su futuro. ¿Cuál es el peor problema para él? Que no está ni estará, casi nunca, en condiciones de modificar esa cultura ni el clima de trabajo existente en ella. Podrá quizás, si algún día llega a jefe de departamento o gerente de un área, influir para mejorar la subcultura de su área de responsabilidad. Pero aún y eso, va a depender de cuan fuerte y poderosa se manifiesta la cultura general de la empresa. Donde el tamaño y edad de la misma juega un papel esencial.

Personalmente vemos la Ideología y Cultura, como un producto resultante de una serie compleja de valores, creencias, estilos de mando, comportamientos, procesos y mezclas de todo tipo de estilos, educación y procedencias personales. Lo que queremos decir es: “Según y cómo una organización se desenvuelve y actúa en general con el fin de lograr de manera satisfactoria lo estipulado en su estrategia, y cómo los demás componentes y subsistemas interaccionan entre sí, con el objeto de dar cumplimiento a la misión; consideramos que la resultante final de todo ello es lo que se identifica como Ideología y Cultura de la organización”.

A nuestro modo de ver y entender, la cultura es “un subproducto que brota, surge y fluye de toda esa amalgama compleja de interacciones, intereses y diversidad. Y no, algo perfectamente predeterminado y elaborado, que da a cada organización su “personalidad propia”. Aunque los principios y creencias del fundador o fundadores jugarán un papel determinante, al menos durante los primeros años de vida. Otras veces ese impacto se mantiene y se vuelve permanente.

Cuando una persona ingresa a trabajar, entra a formar parte de una cultura organizativa, generalmente muy arraigada, que la organización posee. Esta cultura juega un papel determinante en cómo las personas deben comportarse para sobrevivir y desde luego, para idealmente, hacer carrera dentro de la misma. La cultura envuelve por completo a los individuos que trabajan inmersos en ella, obligándolos, forzándolos a desarrollar y mantener ciertos tipos de comportamientos aceptados y reforzados, y abstenerse de otros no usuales o claramente rechazados en la organización; o puede tratarse, con suerte, de una cultura más acorde con los tiempos, que respeta y estimula a sus miembros.

En resumen, quien se incorpora a una empresa, o acata y se adapta, le guste o no la cultura existente, o debe sin remedio alejarse, buscando otra que tenga una cultura que sí le satisfaga y a la que esté convencido de poder adaptarse. Este planteamiento tiene una serie de connotaciones que impactarán en el grado de implicación, motivación y compromiso que la persona será capaz de desarrollar en esa empresa específica y en esa cultura.

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